- Shally. - Su voz azarosa y sus dubitativas palabras nacieron en su garganta, sí, pero al inicio de su boca se detuvieron fingiendo ser impronunciables por sus labios.
Las
yemas de los dedos de ella le tocaron con suavidad ascendiendo por su
cara hasta que su rostro quedó pegado contra su frente y John pudo
al fin paladear el dulce sabor que produce el descanso de la
tranquilidad.
- John.
Al
oír su nombre en su boca no pudo evitar besarla con un fervor
desmedido, valorando a los segundos como si fuesen años en el
calendario, consciente de que siempre necesitaba más de ella, y todo
cuanto le ofrecía le parecía siempre escaso. Amarla así resultaba
enfermizo, y su sumisión doblegaba hasta sus huesos, a los que
habría renunciado gustosamente por una sola caricia de ella. Y es
que Shally tenía ese efecto en su vida.
Las
piernas de ella tomaron el control, impulsando su cadera contra su
cuerpo, atrayendo más a su erguido sexo contra sus húmedos labios.
El
corazón de John latía eufórico, pero luchaba en silencio con ese
pesar que no se le quitaba de la cabeza desde el primer día en que
conoció a Shally. ¿Sería siempre suya? ¿Le amaría por siempre?
¿Cuando le diría ella es suficiente? Vivía la vida bebiendo a
grandes sorbos del amor, pero sin llegar nunca hasta saborear el
fondo de la copa, y es que sabía que si jugaba mal sus cartas ella
acabaría saliendo dañada, y no podía permitirse semejante jugada.
La
empujó contra la cama, donde su cuerpo rebotó contra el colchón,
pero sin salir herida, y con sus cabellos despeinados sobre su rostro
hundió sus dedos, pero John los tomó como suyos propios y se los
llevó contra su boca para saborearlos, y sin darse cuenta su sexo
creció de forma desmesurada, y gozando así de su confianza tomó
las piernas de Shally y las abrió para deleitarse con su sexo, al
que llenó de besos y lametazos al compás de los gemidos de su
amada. Y al darse cuenta de que no podría aguantar por más tiempo
la tomó para sí mismo como si con este astuto movimiento sus malos
presentimientos pudieran desaparecer como una nube de polvo en el
aire para siempre.
Akasha
Valentine © 2014 Cartas a mi ciudad de Nashville. Todos los derechos
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