Ya
me había acostumbrado a su silente presencia, y me reconfortaba su
pacífica manera de entrar a hurtadillas en mi habitación, mientras
que con sus pisadas intentaba atraer el sigilo y con ello la paz de
los campos cubiertos de flores que plantaba en macetas pintadas a
mano con sus propios dedos, donde me representaba montado a caballo o
arando la tierra; y entre todas ellas, mi favorita era la que yo
permanecía sentado delante del fuego contemplando el cielo nocturno
cogiendo su mano.
Los
primeros días en los que no podía ni levantarme de la cama debido
al dolor de las heridas y los huesos rotos solía verla a través del
cristal de la ventana abierta jugando siempre sola, alzando los dedos
como si intentase tocar el cielo con sus diminutas puntas. A veces se
quedaba muy quieta y callada, sentada en un improvisado columpio
fabricado a partir de dos viejos tablones de madera y cuerdas
anudadas a las ramas del árbol, alisando su vestido de espigas
blanco sin llegar a moverse de su sitio hasta que su madre la llamaba
para comer.
Una
mañana de mucho calor de un día que no recuerdo Shally irrumpió en
mi habitación mientras su madre cambiaba las sábanas de la cama,
entró velozmente, sin tiempo para prepararnos para su llegada, y con
los cabellos despeinados y la ropa sucia, tenía en su rostro
dibujada una expresión que iba de la euforia pasando al entusiasmo,
obligando a sus labios a sonreírme sin medida. Con las palmas
pegadas al pecho no pudo contenerse por más tiempo y extendió para
mí sus brazos y entre sus palmas me mostró una diminuta rana del
desierto que se escapó de un solo salto por la ventana, sin que
hubiera podido tener demasiado tiempo para verla. De inmediato Shally
se quedó sin habla, pues le hubiese gustado tenerla como mascota,
pero su madre cerró la ventana de manera apresurada y le pidió que
se fuera a su habitación. Aquella fue la primera vez que pude ver la
desilusión y el asombro en sus ojos, una imagen que me cautivó y a
la vez me dolió en lo más profundo de mi ser, porque aquella niña
de ojos grandes y brillantes sólo se tenía a sí misma como
compañera de juegos en un mundo donde los adultos no tenían tiempo
para seguir emocionándose con insignificantes y diminutos asuntos
que sólo los más pequeños pueden entender como grandes hazañas en
sus vidas.
Aquella
tarde me di cuenta de que debía hacer algo por Shally, así que
hablé con su madre y le pedí que me ayudara a crear un teatro de
sombras sólo para ella. Al principio la idea no pareció
convencerla, pues según me explicó tenía que atender al ganado y
más tarde preparar la cena para todos, pero nuevamente le reiteré
la importancia de devolverle a su hija la mágica sensación que
produce el descubrimiento de cosas nuevas, así que la dejé
convencida de que debía ayudarme y finalmente cedió a mi petición
y me ayudó a preparar el escenario correcto para aquella noche.
A
las nueve y media en punto la pequeña mano de Shally golpeó la
puerta de mi habitación, y al entrar en ella un gran sombrero mágico
le dio la bienvenida. El sombrero, por supuesto tenía el don de la
elocuencia, y era muy pero que muy parlachín, tanto es así que
debíamos mandarlo callar de vez en cuando.
En
aquella habitación di vida a la imaginación, e hice que volviera su
sonrisa y su entusiasmo. Llenó de risas nuestros corazones, y con
júbilo gritaba y aplaudía; animaba al caballero del velocípedo a
dar vueltas sin cesar e incluso hicimos nuestro primer vuelo en la
máquina voladora “Wright Flyer” construida por los hermanos
Wright.
Fuimos
caminando en todas las direcciones y a su vez volvimos al mismo punto
de partida, y antes de dar por finalizada nuestra pequeña actuación
tomamos un globo aerostático que había sido sustraído por unos
malhechores para cometer sus robos y nos fuimos volando por todo el
mundo sin descanso alguno para llegar a tiempo para tomar un té con
la reina de Inglaterra.
A
nuestra vuelta nos topamos con grandes elefantes blancos que nos
trajeron de vuelta a casa, donde Shally se quedó dormida en los
brazos de su tío.
Akasha
Valentine © 2014 Cartas a mi ciudad de Nashville. Todos los derechos
reservados.
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